Pluralidad en las teorías del emprendimiento

Plurality in entrepreneurship theories

 

Vania Lorena Solís Montoya
Estudiante del doctorado Gestión de la calidad de la investigación Científica. FAREM-Estelí, UNAN-Managua. II Cohorte. 2020-2023.
http://orcid.org/0000-0002-7912-1635
vania.solis@unan.edu.ni

Beverly Castillo Herrera
Doctora en Ciencias sociales. Docente titular de FAREM-Estelí, UNAN-Managua.
http://orcid.org/0000-0002-9086-9388
beverly.castillo@yahoo.com


 

Recibido

26/03/2021

Aceptado

19/05/2021

 

RESUMEN

El emprendimiento es un fenómeno complejo, que ha evolucionado a partir de los aportes realizados desde diversas disciplinas científicas, las cuales, aún no logran un consenso. Existe una vasta variedad de teorías que han buscado exponer y comprender el fenómeno, desde una perspectiva excluyente, por lo cual no ha sido posible, para una sola disciplina, abarcar el carácter complejo y multidimensional del fenómeno. El presente artículo destaca la pluralidad en las teorías de emprendimiento, desde una visión integradora; con el objetivo de exponer los principales autores y aportes de las disciplinas científicas que han desarrollado significativos postulados en la teoría del emprendimiento. Ante la gran diversidad de estudios, se plantean como enfoques destacados las propuestas desde la teoría económica, psicológica y sociológica, como principales rutas de comprensión e interpretación de la actividad emprendedora. Dichas teorías forman en su conjunto una trama de elementos que permiten abordar la realidad del emprendimiento, presentando las aristas necesarias para una visión multidisciplinaria. La metodología utilizada corresponde a una revisión bibliográfica mediante bases de datos en línea, principalmente de libros y artículos científicos referidos al tema, sometidos a un análisis-síntesis, crítica y discusión.

 

PALABRAS CLAVES

Emprendimiento; emprendedor; innovación; cultura emprendedora.

 

ABSTRACT

Entrepreneurship is a complex phenomenon, which has evolved from the contributions made by various scientific disciplines, which have not yet reached a consensus. There is a vast variety of theories that have sought to expose and understand the phenomenon, from an exclusive perspective, so it has not been possible, for a single discipline, to encompass the complex and multidimensional nature of the phenomenon. This article highlights the plurality in the theories of entrepreneurship, from an integrative vision; with the objective of exposing the main author and contributions of the scientist discipline that have developed significant postulates in the theory of entrepreneurship. In view of the great diversity of studies, the proposal from the economic, psychological, and sociological theories as the main route of understanding and interpretation entrepreneurial activity, are presented as outstanding approaches. These theories together form a set of elements that allow to approach the reality of the entrepreneurship presenting the necessary edges for a multidisciplinary vision. The methodology used corresponds to a bibliographic review through online databases, mainly of books, and scientific articles on the subject, subjected to analysis-synthesis, critique and discussion.

 

KEYWORDS

Entrepreneurship; entrepreneur; innovation; entrepreneurial culture. 

 

INTRODUCCIÓN

 

La actividad emprendedora ha surgido como motor de crecimiento en las últimas décadas, ganando cada vez mayor relevancia en los análisis económicos a nivel mundial.  Esto, con amplias perspectivas de generación de empleo e incremento de la producción; convirtiéndose en un factor clave para el desarrollo local y regional de las economías. El posicionamiento del emprendimiento como una estrategia emergente en respuesta al deterioro de la mayor parte de la economía mundial, ha traído consigo la necesidad de poner en relieve el tema como parte fundamental de las investigaciones y producciones académicas.

A pesar de la actualidad del tema de emprendimiento, y su importancia en el mundo globalizado, no existen muchos artículos científicos relacionados a las teorías a nivel nacional. Como antecedentes al presente escrito, se cita la tesis doctoral de Ramírez (2019), titulada “La Cultura emprendedora en la Facultad Regional Multidisciplinaria de Estelí: Un reto para el profesorado”, en el cual se recogen aspectos relacionados la epistemología y conceptualización del emprendimiento, en la conformación de una estrategia de instauración de una cultura emprendedora en FAREM-Estelí. De igual manera, la tesis doctoral de Dávila (2019) titulada “La cultura emprendedora en la universidad nicaragüense” de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, (UNAN-MANAGUA) que plantea una revisión del término emprendimiento como punto de partida en sus referentes teóricos.

El emprendimiento, como concepto y teoría ha realizado un vasto viaje por diversas disciplinas científicas, por lo cual, aún no cuenta con un consenso que permita establecer una teoría unánime acerca de la temática. Al respecto, Osorio, Murillo y González, (2015) afirman “es necesario precisar que este proceso de construcción de una nueva área de conocimiento se encuentra en sus primeros estados de formación, y que aún no hay acuerdos para establecer cuál es la unidad de análisis del fenómeno” (p.12).

Teóricamente el concepto ha sufrido modificaciones, retomado vertientes que abarcan el punto de vista empresarial, social, psicoanalítico y comportamental, principalmente. Ante la variedad de propuestas, es meritorio realizar un breve recorrido sobre las principales concepciones y teorías del emprendimiento, que ofrezcan pautas acerca de la complejidad del fenómeno. Destacando, una ruta de los principales elementos y lineamientos, de la actividad emprendedora, desde una perspectiva complementaria y multidimensional.

Generalmente, las teorías del emprendimiento han estado enfocadas en la exclusión y anulación de las teorías procedentes de otras disciplinas. En contraposición, la orientación del presente escrito es de una revisión documental con una mirada integradora y complementaria entre las diversas teorías que aporte a un mejor abordaje científico de la complejidad del fenómeno del emprendimiento.

 

MATERIALES Y MÉTODOS

 

El presente artículo corresponde a una revisión bibliográfica de las principales teorías del emprendimiento, bajo una perspectiva integradora y complementaria. Desde el punto de vista metodológico, corresponde a una investigación documental de bases de datos en línea; enfocada en la consulta de libros y artículos científicos. Esta fue sometida os a métodos de análisis-síntesis, crítica y discusión. Las bases de datos consultadas corresponden a: EBSCO, E-Libro, Repositorio Institucional de la UNAN-Managua (RIUMA), Dialnet, Redalyc y Scielo.

En primera instancia, se aborda la conceptualización del término emprendimiento, con un detalle en su evolución histórica, y, como éste, ha cobrado mayor significancia en los últimos años. Se rescatan elementos en los que se presentan ciertas similitudes entre los teóricos del tema, proponiendo un concepto propio a partir de elementos claves.

En segunda instancia, se realizó una recopilación de las principales corrientes de estudio del emprendimiento, a partir de las cuales surgen las diversas teorías que han abordado la temática. Se seleccionaron las tres corrientes que abarcan las teorías dominantes del emprendimiento, que en la actualidad mantienen su vigencia y evolución de acuerdo al fenómeno de estudio. A su vez, se tomó en cuenta el nivel de recurrencia y dominio que poseen dichas teorías, en diversas fuentes y estudios acerca del emprendimiento.

En un tercer momento, se realizó la selección de los autores que han realizado aportes significativos a la teoría del emprendimiento, que hoy en día, representan aristas importantes en la profundización de su estudio. Seleccionando de manera puntual, el principal aporte de cada uno, integrando y tejiendo poco a poco una red de la teoría del emprendimiento desde cada postulado.

Finalmente, se estructura un documento en la presentación de la pluralidad de las teorías del emprendimiento desde un punto de vista integrador y complementario; que siente una base, acerca de la necesidad del estudio de fenómeno desde la perspectiva multidisciplinaria. Todo, con el enfoque de un análisis crítico de la teoría encontrada y expuesta.

 

RESULTADOS Y DISCUSIÓN

 

Breve revisión histórica del término “emprendedor”

El término emprender, proviene del latín in 'en' y prendĕre 'coger' (Real Academia Española (RAE), 2020). Las raíces del término permiten una revisión desde diversas épocas históricas que han ido moldeando el concepto. Corominas (1987), ubica la primera aparición del verbo emprender, entre los años 1030 y 1095. Verín (2011), parte del siglo XVI, con el término referido a personas que dirigen expediciones militares y de conquistas; y posteriormente en los siglos XVII y XVIII, refiere que se calificaba de emprendedor al arquitecto y al maestro de obra.
Al realizar una revisión del concepto de emprendimiento, empleando las palabras de Gómez (2019), “es importante reconocer que el término emprendimiento tiene varias acepciones y que se ha venido consolidando una posición frente al mismo, así como la manera de abordarlo” (p.15). En el Diccionario de Autoridades en castellano, el término emprender se incluye por primera vez con el significado de aventurero: “la persona que emprende y se determina a hacer y ejecutar, con resolución y empeño, alguna operación considerable y ardua” (RAE, 1732). Dicho concepto no dista, de la definición encontrada en la actualidad que cita “acometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro” (RAE, 2020). Lo anterior implica un carácter definido de la actividad emprendedora como una acción que conlleva riesgo, decisión y creación; la cual tiene su explicación intrínseca y centrada en el sujeto emprendedor.

De acuerdo a Rodríguez (2009, p.97) “el primer autor que se refirió al emprendimiento fue Richard Cantillon (1755), quien introduce por primera vez el concepto moderno de entrepreneur, definido como el individuo que asume riesgos en condiciones de incertidumbre”. En la misma línea, se encuentra la definición de Schumpeter (1934) para quien:

El emprendedor es percibido como una persona extraordinaria promotora de nuevas combinaciones o innovaciones, cuya función es reformar o revolucionar el patrón de producción al explotar una invención, para producir un nuevo producto o modificar uno ya existente, proveer de una nueva fuente de insumos o reorganizar una industria. (Suárez & Vásquez, 2015, p. 885)

Es importante destacar que, el emprendimiento como fenómeno se dio a conocer mediante la teoría económica, por lo cual su inicio estuvo marcado por el interés meramente empresarial. Tarapuez Chamorro y Botero Villa (2007), exponen uno de los principales problemas conceptuales del emprendedor, adjudicándole las mismas características de los empresarios; limitándolo al interés capitalista; cuando es una persona que va más allá del propósito de generar utilidades.

A su vez, Muñoz (2007) realiza un interesante planteamiento acerca de cómo el emprendedor se desliga del inversionista (capitalista), desde el punto de vista del interés sobre el capital de inversión y el carácter innovador:

El inversionista como sujeto y como concepto se separa de la idea de innovación, la cual es connatural al concepto de emprendimiento y pretende no sólo incrementar el capital desarrollado por la fijación del precio que el innovador pone en su producto, sino por el reconocimiento de su ser personal. (p. 121)

Lo anterior, pone en relieve el enfoque personal de la actividad emprendedora, que se aleja de la concepción del emprendimiento centrado en el interés monetario, y migra hacia las profundidades de las motivaciones personales, las oportunidades y la influencia del entorno. Como lo sugiere Briasco (2014) “los emprendedores son personas que asumen riesgos, y que se enfrentan a ellos con la confianza de poder vencerlos” (p.14). Herruzo, Hernández, & Cardella (2019), define la intención de emprender desde la teoría del comportamiento planificado, en la cual la intención depende una conjugación de factores desde la actitud, entorno y conducta.

Timmons (1989), destaca la acción humana en el emprendimiento:

El emprendimiento significa tomar acciones humanas, creativas para construir algo de valor a partir de prácticamente nada. Es la búsqueda insistente de la oportunidad independientemente de los recursos disponibles o de la carencia de estos. Requiere una visión y la pasión y el compromiso para guiar a otros en la persecución de dicha visión. También requiere la disposición de tomar riesgos calculados. (Hidalgo, 2014, p. 47)  

Algunas definiciones actuales, colocan al emprendimiento desde la adquisición de competencias como lo destacan Uribe y Reinoso (2013), quienes proponen una definición un tanto moderna, desde la formación emprendedora:

Se entiende el emprendimiento como un conjunto de competencias, que parte de la actitud de la persona, para captar oportunidades de su entorno, lo cual requiere un pensamiento sistémico, convertirlas en ideas innovadoras con base en su creatividad y generar proyectos productivos en diferentes campos, para beneficio propio y de su entorno. (p.14)

Desde el punto de vista de las relaciones de poder González, Murillo y Osorio (2016), sostiene que:

Es posible proponer las particularidades del individuo emprendedor y su accionar, su conflicto, a fin de poder evidenciar aspectos que tendrían que tenerse en cuenta para ser estudiados con el ánimo de aportar una diferente perspectiva que integre el ejercicio emprendedor con el poder organizado y los procesos de cambio. (p.44)

Recapitulando, el emprendedor corresponde a un sujeto visto desde el impulso a la actividad con iniciativa, que busca la novedad e innovación; así mismo, asume riesgos, con visión, pasión y compromiso por desarrollar su propia idea, independientemente del acceso a recursos. Sin embargo, el fenómeno del emprendimiento, va mucho más allá de la persona emprendedora, pues no es una actividad que depende únicamente del individuo mismo, sino que es el resultado de una serie de factores que se conjugan para dar como resultado la acción misma.

Ante los anteriores planteamientos, es importante vislumbrar, como el concepto de emprendimiento parte de una óptica económica centrada en el aspecto empresarial, y evoluciona hacia una perspectiva centrada en el sujeto bajo aspectos psicológicos. Posteriormente migra hacia una concepción cultural, en el cual el entorno, juega un papel preponderante en el fenómeno. De esta concepción, se desprenden diversas teorías centradas cada una en perspectivas propias acerca de cómo explicar el emprendimiento. Dichas teorías conforman entre sí, un entramado de elementos que proponen brindar un punto de vista comprensivo e interpretativo al fenómeno del emprendimiento.

La teoría económica pionera en el estudio del emprendimiento

La teoría económica clásica, dio lugar al surgimiento del emprendimiento como fenómeno destacado en la ciencia; poniendo en el mapa el término Entrepreneurship. Este formó los cimientos bajo tímidas conceptualizaciones y propuestas teóricas del emprendimiento; en principio íntimamente ligadas al modelo del capital.

Desde el punto de vista económico, el emprendimiento se desarrolló como un eslabón paralelo al empresarial, desde una concepción de ganancia económica, producción, movilización de recursos y organización, como referentes importantes en la formación de la teoría de emprendimiento. Dentro del enfoque económico clásico, emerge en el emprendimiento la importancia de la parte funcional del fenómeno, donde las teorías en su mayoría, se centran en lo que “hace” el emprendedor, atendiendo a su actividad económica, organización y reporte de beneficios.

Si bien es cierto, Cantillon fue el pionero en utilizar y tratar de definir el emprendimiento; fue Max Weber, quien dejó cimientos importantes para la teoría emprendedora, desde la perspectiva económica. Como señala Covarrubias (2003, p.3):

“…primeramente (Weber) distingue entre el empresario tradicionalista, surgido de la época mercantilista, y el empresario capitalista propiamente tal. El primero, aunque sometido a cierta forma capitalista de organización, no estaba imbuido del espíritu necesario para desarrollar la actividad empresarial desde una base ampliada y acumulativa. Esta tarea la asumirá el empresario capitalista, un sujeto con una ética, una mentalidad, un código de conducta diferente, que le impulsa a la frugalidad en busca de la multiplicación de su riqueza, transformando así su actividad en una profesión de vida, guiada por una moral puritana”.

Cantillon, define la actividad de emprender desde el punto de vista meramente empresarial, colocando al individuo como “un agente que compra medios de producción a precios que son inciertos en el momento en que se compromete a sus costes” (Rodríguez, 1999, p. 3). De igual manera lo concibe Jean Baptiste Say, al calificarlo como “…un individuo líder, previsor, tomador de riesgos y evaluador de proyectos, y que moviliza recursos desde una zona de bajo rendimiento a una de alta productividad” (Burnett 2000, citado por Formichela, 2004, pág. 10). A su vez, el planteamiento de Knight, basado en la incertidumbre, como lo expresa Tarapuez Chamorro, E; Zapata Erazo, J y Agreda Montenegro, E (2008) “el emprendedor, quien es el agente encargado de transformar una situación de incertidumbre en una situación de riesgo” (p.89).

Las primeras nociones de emprendimiento contenidas en los clásicos, refieren como términos generales una iniciativa de negocio, con la particularidad del impulso hacia la asunción de riesgos, y, un alto grado de incertidumbre en los resultados. Por esto, la actividad emprendedora mostró por muchos años la misma conceptualización que la actividad empresarial, motivada únicamente por el interés en la rentabilidad del negocio y la producción del mismo.

La visión económica clásica, se resume un interés de generar utilidades, el cual es el elemento vital en la decisión de emprender. Por tanto, se destaca en la perspectiva económica los aspectos empresariales y la toma de riesgos de capital, que es indiscutible todo emprendedor desarrolla en su iniciativa. Sin embargo, la misma teoría clásica es la que intuye la necesidad de complementar la teoría económica, siendo insuficiente para abordar la complejidad del fenómeno.

Tarapuez Chamorro y Botero Villa (2007), refieren el aporte de Mill, pionero en intentar definir la carencia del abordaje de la teoría económica en el fenómeno del emprendimiento, como la identificación de la necesidad de establecer que el empresario requiere una capacidad especial, que no llega a especificar. Sin embargo, resalta que el emprendedor, va más allá del empresario común.

Es importante retomar los aportes de autores de la escuela neoclásica y austríaca, en cuanto al tema del emprendimiento, en la búsqueda de una perspectiva más completa y centrada en quien realiza la actividad emprendedora, es decir, en el sujeto emprendedor. Bajo esta óptica se preocupan por establecer de manera aún incipiente ciertas características personales y actitudinales, que explican el fenómeno del emprendimiento.

Alfred Marshall, puso en relieve el emprendimiento como elemento importante de los factores productivos, incluyéndolo en el cuarto factor productivo denominado organización. Formichela (2004) expone el planteamiento de Marshall bajo la premisa del liderazgo y la incertidumbre, en el cual, el emprendimiento es el engranaje que maneja, organiza y crea cohesión entre los factores.

El cambio mayúsculo dentro de la teoría económica conforme al emprendimiento, fue promovido por la perspectiva de Schumpeter, quien “percibe al emprendedor como una persona extraordinaria que promovía nuevas combinaciones o innovaciones” (Schumpeter 1950, citado por Castillo, 1999). Schumpeter (1950), logra revolucionar la óptica funcionalista de la escuela clásica hacia una óptica personalizada, es decir, con mayor atención sobre el sujeto emprendedor. De acuerdo con esta lógica, el emprendedor emerge en la escena económica como una persona que revoluciona, reforma y promueve cambio en la industria. Sintetizando, Schumpeter, muestra un salto cualitativo hacia la definición del emprendedor, dotándolo de una diferencia sustancial con el empresario capitalista común.

Gunning (2000) sintetiza los aportes referidos a las tres características esenciales propuestas por Ludwig Von Mises acerca del sujeto emprendedor: evaluador, empresario y partidario de la incertidumbre. En primer lugar, el emprendedor es evaluador de rentabilidad y proyecciones futuras, fijando metas y tomando decisiones a medida que se presentan las oportunidades. En segundo lugar, es empresario y organizador de su propio negocio, desde los factores productivos hasta el último eslabón del proceso. Por último, un sujeto propenso a la incertidumbre bajo la premisa de actuar en función del futuro, sin certeza alguna del comportamiento del mercado.

A pesar de las características específicas propuestas por Von Mises, es uno de sus discípulos Israel M. Kirzner, quien dentro de la teoría económica realiza una personificación del sujeto emprendedor alejado del mecanicismo y la función automática, referida al comportamiento empresarial. En esta lógica, Kirzner plantea la acción humana como un elemento de compromiso del individuo, que lo dota de proactividad, creatividad y, destacando su lado humano imprevisible y de conocimiento imperfecto. Además, refiere, el reconocimiento de oportunidades de mercado como la razón de ser del emprendedor puro (Rodríguez y Jiménez, 2005).

Es importante destacar como aún en la teoría económica el emprendedor se describe como algo más que el empresario común, al cual se le aducen cualidades y habilidades, que trascienden a la teoría misma. Sin embargo, aún existe mucha discusión desde el plano económico de lo que implica una verdadera actividad emprendedora. Peter Drucker (1985) define al emprendedor como empresario innovador, a su vez realiza una importante acotación sobre el emprendimiento “aunque quien abra un pequeño negocio corra riesgos, eso no quiere decir que sea innovador y represente un emprendimiento” (Drucker 1985, citado por Formichela, 2004, p. 13).

En lo antes mencionado se plantean importantes acotaciones para el tema del emprendimiento sobre todo en los países en vías de desarrollo, en los que el emprendimiento es definido como la apertura de nuevos negocios e iniciativas económicas, sin contar con la característica de “innovación”, condición que según los teóricos es vital para hablar de emprendimiento.

Sintetizando, la visión económica, es la responsable de la formación de la teoría del emprendimiento, y sin duda, una de las más importantes en el aspecto funcional y motivador. En consecuencia, formó los cimientos de apertura e interés al estudio del fenómeno de emprendimiento hacia otras disciplinas. Ello al evidenciar que no se trata únicamente del aspecto funcional, sino del aspecto personal en el cual entra en juego, no sólo la motivación personal del individuo, sino el entorno que moldea de alguna manera su esfera influyente.

Enfoque psicológico centrado en el sujeto emprendedor

La Psicología como ciencia, dejó a un lado el estudio del emprendimiento como fenómeno y retomó el interés que la escuela económica neoclásica inició sobre el individuo emprendedor, enfatizando interrogantes como: ¿quién es el emprendedor?, ¿qué características posee? Y, sobre todo, se ha centrado en la pregunta ¿cuál es la motivación para emprender?

Desde este enfoque, existe una vasta línea de intentos por definir un perfil para el sujeto emprendedor. Carlant (1988) define “el emprendedor es un individuo con necesidades de cumplimiento, dependencia, gusto por el riesgo y sentimiento por controlar su destino”; mientras Shaver y Scott (1991) lo refieren como “una persona con un cierto número de atributos psicológicos descritos tanto por la personalidad como por los procesos cognitivos activados por las circunstancias” (Carlant (1998), Shaver y Scott (1991) citado por Marulanda, Correa, y Mejía, (2009, p. 159).

Es interesante identificar como la definición del emprendimiento desde la teoría psicológica conlleva aún muchas de las características identificadas por la ciencia económica desde los orígenes del fenómeno emprendedor. Sin embargo, la psicología aporta indiscutiblemente una valorización importante al “emprendedor” como sujeto motivado hacia la realización personal y a logro de objetivos propios muy personales como el cumplimiento de metas, sentimiento de control y aprovechamiento de oportunidades.

David McClelland (1961), planteó el tema de la motivación de los emprendedores, como el enfoque que realmente puede brindar un abordaje más allá del enfoque tradicional capitalista empleado en las teorías anteriores. Marulanda, Montoya y Vélez (2014) identifican en la teoría de McClelland su principal hallazgo como “la necesidad de logro es lo que realmente motiva al individuo a convertirse en emprendedor”. Por lo cual, la actividad emprendedora proviene como resultado de una realización personal y una meta que se define en sí misma, como un reto personal para el emprendedor.

A partir de los estudios de McClelland (1961), existe una vasta variedad de autores que se han dado a la tarea de referir teorías motivacionales hacia el emprendimiento, uno de ellos es Albert Shapero (1985). El modelo del evento empresarial, con el cual Shapero realiza su propuesta “considera que la motivación del emprendedor puede surgir de la desestabilización que generan en las personas las diferentes situaciones que les suceden en la vida” (Marulanda et al. 2014, p.214). Dicho modelo hace alusión al aprovechamiento de oportunidades, que es una característica importante en los emprendedores, sino que recalca la importancia de la experiencia y de los sucesos cotidianos.

La relevancia de Shapero, consiste en remarcar la experiencia del emprendedor como un elemento clave en la decisión de emprender; en la cual conjuga dos percepciones del emprendedor: la conveniencia y la factibilidad. Shapero, aunque es colocado en el enfoque psicológico, pone en relieve la pauta sociológica y cultural del individuo; pues destaca de manera vital la estructura socio-económica, la familia, educación y personas influyentes dentro de la percepción de conveniencia. Mientras, la percepción de factibilidad la refiere al aspecto de formación del emprendedor, desde el punto de vista académico, de la experiencia conocimiento y recursos que ha adquirido (Marulanda et al. 2014).

Con similares lineamientos, Howard Stevenson (2000) planteó el tema de comportamiento del emprendedor en la búsqueda de la profundización hacia una interpretación de la mentalidad emprendedora vista “como un sistema de gestión apoyado más en las oportunidades que en los recursos” (Castillo, 1999, p.7). Stevenson refiere al emprendimiento como un comportamiento propio de los emprendedores; a quienes separa de los ejecutivos: “básicamente plantea que los emprendedores exitosos poseen una cultura emprendedora, mientras que los ejecutivos exitosos una cultura administrativa” (Stevenson 2000, citado por Formichela 2004, p.15).

Uno de los aportes de Stevenson es traer al plano el concepto de “cultura emprendedora”, la cual va más allá de la “mentalidad emprendedora” propuesta en su modelo. Esta tendencia, se apoya en la necesidad de profundizar el estudio del emprendimiento desde la conducta y la personalidad. Rodríguez (2009) lo sintetiza en “dimensiones conductuales y en rasgos personales que identifican un perfil determinado, pero la complejidad del tema de emprendimiento ha impedido establecerlo” (p.109).

Desde esta lógica, el emprendedor muestra entonces, ciertas facetas personales y particulares, que explican su impulso e iniciativa de emprendimiento. Si bien, es reconocido por algunos autores ciertas particularidades de personalidad en los emprendedores; debido a la complejidad de su formación, no son características imprescindibles. Barba, Jiménez y Martínez (2007), exponen en síntesis las principales características en las cuales convergen la mayoría de autores “deseo de independencia, mayor propensión al riesgo, alta necesidad de logro y de competencia, y mayor preferencia por la innovación” (p.6).

En referencia a lo anterior, es indiscutible que, tanto desde la teoría económica como de la teoría psicológica, coinciden en que el emprendedor, es un individuo con iniciativa propia, impulsado a la toma de riesgos y que aporta sentido innovador a sus actividades. Sin embargo, es importante destacar, el carácter humano que el enfoque psicológico transfiere al ser emprendedor. De modo que, se le califica con una serie de cualidades, actitudes y habilidades, que lo destacan como un ser líder, y hasta cierto punto modelo, que modifica la realidad tanto económica como social de su entorno.

El enfoque sociológico y cultural en el emprendimiento

La cultura emprendedora tiene su fundamento desde la complejidad y la interacción cotidiana, vinculado a la trama social en la cual se desenvuelve el sujeto. Con esta premisa, el emprendimiento nace resultado de una conjunción de elementos, vínculos, significados y motivaciones, que obedecen factores internos y externos de forma interactiva con el medio. Sin embargo, los estudios acerca del emprendimiento como cultura son de reciente data, no así los enfoques económicos y psicológicos, abordados anteriormente.

Por otra parte, Hernández y Arano (2015, p. 36) plantean que:

La cultura emprendedora se define como una forma de pensar, razonar y actuar, vinculada a la búsqueda de una oportunidad de negocio, que puede dar como resultado la creación, mejora, realización y renovación de valor en el sentido más amplio del término, es decir, no sólo valor económico sino también social.

Si bien es cierto, el emprendedor se perfila como un aprovechador nato de oportunidades de negocio, la figura desde el punto de vista cultural va más allá de la ganancia monetaria, incursionando en la motivación, la originalidad y la realización personal.

En ese sentido el emprendedor contiene elementos interiores que potencian su desarrollo del talento, así como habilidades, cualidades y aspectos de personalidad propios. Sin embargo, también posee la influencia del entorno social en que se encuentra inmiscuido, siendo esta una de las mayores complejidades de estudio en el tema de la cultura emprendedora. La trama social que envuelve al emprendimiento se fundamente en la óptica cultural de la interacción cotidiana y las experiencias vividas por los actores; en este caso es más fácil el fomento de una cultura de emprendimiento donde existen personas con experiencias emprendedoras exitosas, que en un territorio donde son más escasos.

Es importante destacar que, la perspectiva cultural proviene del enfoque psicológico y reafirma, hasta cierto punto, su importancia; al resaltar cómo el factor interno propio del sujeto emprendedor juega un papel vital en la decisión de emprender. A su vez, convierte en un elemento vital, el factor externo en la creación y formación del emprendedor; demostrando que tanto la perspectiva económica como psicológica no abordan la complejidad de la actividad emprendedora.

En mi opinión, dicha perspectiva retoma la noción sociológica y antropológica del comportamiento del actor social como parte del sistema, sin descuidar el elemento personal y humano, el cual no solo es un eslabón del sistema, sino que es un elemento que modifica el sistema y lo lleva a su evolución. En este caso, el emprendedor forma su cultura desde la conjunción de elementos e interacciones que fomentan el emprendimiento, así como modelos de conducta y comportamiento de sus semejantes, los cuales causan impacto en la formación de su cultura emprendedora. Desde este punto de vista, Suárez & Vásquez (2015) plantean:

La actividad emprendedora es un proceso complejo que involucra tanto variables inherentes a las competencias personales capaces de generar un impulso hacia el mejoramiento personal y del entorno partiendo del descubrimiento de una oportunidad, así como las propias al medio en el que está se detecta (p.887).

Se presenta entonces, una doble vertiente en cuanto al fomento de la cultura emprendedora. Esto, desde el punto de vista interior del individuo que puede obedecer a factores de motivación personal, habilidades natas y/o el empuje desde la necesidad de cubrir ciertas carencias. Por otro lado, se plantea el factor externo, como resultado de procesos de socialización, en el cual se encuentran elementos como la influencia del entorno familiar, comunitario o general. En este sentido, juegan un papel clave actores e instituciones pertenecientes que forjan condiciones ya establecidas dentro del contexto social, como la iglesia y la escuela principalmente.

Ahora bien, al respecto del emprendedor como principal responsable del fomento de su cultura misma, se encuentran diversas teorías acerca de si él nace o se hace. Para Hidalgo (2014) “las habilidades y destrezas emprendedoras no son totalmente de nacimiento, sino que pueden ser desarrolladas y pulidas con la enseñanza emprendedora” (p.49). De acuerdo a este enfoque cualquier persona puede formarse una cultura emprendedora; sin embargo, si es un planteamiento importante dentro de su postura, la característica personal de la asunción de riesgos, capacidad de innovación y cambio.

De lo anterior se desprende, una necesidad de la formación en cultura emprendedora, que corresponde a la influencia del entorno, entre los cuales existen dos principales formadores: la familia y la escuela:

Al respecto, existe significativa evidencia en la investigación científica acerca de la existencia de una estrecha y positiva relación entre padres empresarios y el desarrollo de actitudes emprendedoras en sus descendientes (Jacobowitz y Vidler, 1982; Shapero y Sokol, 1982; Scherer, Brodzinski y Wiebe, 1991), por lo que podemos afirmar que la familia juega un papel muy importante como incubadora de ideas empresariales (Bretones y Silva, 2009, p. 100).

La familia como principal sujeto de interacción en la formación de cualquier individuo, juega un papel vital en el fomento de la cultura emprendedora. Ello, desde la indiscutible reproducción de roles, ejemplos y proyección al futuro, que la persona realiza desde su núcleo familiar, de cómo se plantea una visión de vida.

Desde esta concepción se refiere la imitación de patrones de conducta de los progenitores y/o familiares cercanos que influyen en los jóvenes una actitud proactiva hacia el emprendimiento y la innovación. Pues, refiere no solo a la creación de la empresa misma, sino a la independencia y liderazgo al momento de la toma de decisiones y asunción de riesgo.

Así pues, se establece el núcleo familiar como el principal foco de influencia del joven hacia la formación de su propia cultura emprendedora, que puede ser impulsada tanto positiva como negativamente desde la socialización con sus familiares más cercanos. Desde este aspecto, el fomento de la cultura emprendedora hacia los jóvenes parte en primera instancia desde la familia, y es una de las determinantes a la hora de potenciar sus actitudes y capacidades en emprendimiento.

Otras de las organizaciones donde se produce el proceso de socialización es en la escuela. Así, el tiempo escolarizado (o lo que es lo mismo, el nivel educativo) ha sido otra de las variables estudiadas en la literatura sobre emprendedores, aunque más desde un punto de vista demográfico y descriptivo que como un proceso de socialización y adquisición de valores (Bretones y Silva, 2009, p. 103).

Desde esta perspectiva, la visión desde la influencia externa hacia la cultura emprendedora, infiere una responsabilidad a la escuela como formación educativa, ya sea elemental o avanzada. Esto, como una oportunidad de modificar e incluir (en caso de que el entorno familiar no lo incluyera) la cultura emprendedora como parte de la identidad cultural del individuo y como parte de la culturización general del contexto en el que se desenvuelve.

Hidalgo (2014) realiza un aporte hacia la visión de una formación de cultura emprendedora desde la generación de patrones, comportamiento colectivo e interacción social, desde la formación académica:

El desarrollo de valores de cultura de emprendimiento, pueden ser el resultado de un proceso de aprendizaje metódico mediante la incorporación de conocimientos, desarrollo de habilidad y valores que potencian los rasgos aptitudinales y favorecen actitudes que focalizan la voluntad de poder lograr lo que se desea, controlando deliberadamente ese proceso de conquista; en otras palabras, los emprendedores pueden adquirir destrezas y habilidades durante el proceso de formación académica. (p.49)

Esta perspectiva destaca la importancia de la escuela como un centro creador, formador y modificador de cultura emprendedora; como centro desarrollador y potenciador de competencias profesionales básicas, ciudadanas y empresariales. Sin embargo, el entorno actual, va más allá de la familia y la escuela como principales influencias y determinantes en la formación de la cultura actual. Los acelerados avances tecnológicos, con un radio de influencia mundial, modifican y determinan determinadas aristas en la cultura emprendedora que se desarrolla en la actualidad; al ser herramientas vitales para los emprendedores de hoy en día.

Algunas teorías alternativas del emprendimiento

El auge de teorías que pretenden explicar e interpretar el fenómeno de emprendimiento, traspasa los 3 ejes abordados anteriormente. Con el paso de los años, el tema se ha abordado desde diversas ópticas, múltiples, concordantes y discordantes; las cuales, sin duda alguna, han dejado su elemento de análisis para la conformación de la teoría madre.

El enfoque institucional de Douglass North, a pesar de catalogarse como una teoría económica se enfoca de mayor manera en las instituciones informales que influencian al individuo. Buendía y Carrasco (2014), abordan el enfoque institucional de North (1990,2005) desde la perspectiva de los factores claves del entorno, quienes, desde su influencia explican la actividad empresarial.

El enfoque de la economía institucional, relacionado con el estudio de las instituciones informales, es un marco teórico atractivo, ya que permite hacer una aproximación cercana a los entornos culturales de la sociedad, la interacción de las redes sociales y su impacto sobre la actividad emprendedora (Ramírez, 2013, p. 22).

La teoría de North, contiene en sus lineamientos similitudes importantes con la concepción de la cultura emprendedora, y de cómo el entorno influye en el individuo emprendedor. Destaca como elementos primarios e importantes la institución de la familia, la amistad, la comunidad y la sociedad que rodea al sujeto, y ejerce influencia positiva o negativa sobre la decisión de emprender.

En vista de la necesidad de múltiples ópticas para un mismo fenómeno, es indiscutible que el emprendimiento necesita una perspectiva integradora de abordaje. En palabras de Maca y Rentería (2020) “el fenómeno del emprendimiento requiere de aproximaciones enfocadas desde la interrelación de aspectos subjetivos –léase individuales- y elementos estructurales” (p.32).

La opción del abordaje multidisciplinario ha abarcado el tratamiento actual que recibe el emprendimiento, al proponerlo como un sistema y un tratamiento de un todo. Como postula Auletta y Rivera (2011), el ecosistema de emprendimiento postulado por Isenberg (2010), ofrece un análisis más profundo al evaluar seis dominios claves en su modelo: política, finanzas, cultura, servicios de apoyo, capital humano y mercados. Dicho ecosistema, dota una serie de pautas, en las cuales se encuentran inmiscuidos elementos económicos, psicológicos, sociales y culturales; así como, de gestión y de estructuras institucionales.

El ecosistema de Isenberg, ofrece una mirada multidimensional al estudio del emprendimiento, reflejando desde los dominios principales las teorías de emprendimiento más significativas del tema. Es decir, se incluye la perspectiva económica, cultural, institucional y humana, siendo la complementariedad la característica principal y más aclamada en el modelo. Este, fija una pauta multidimensional adecuada al estudio del emprendimiento, cuya complejidad exige la mayor complementariedad posible entre elementos económicos, culturales, humanísticos e institucionales, que brinden un mejor abordaje de todo el bagaje del fenómeno.

Respecto a las teorías expuestas, cada una presenta elementos importantes que deben ser tomados en cuenta al momento de estudiar el emprendimiento. Sin embargo, la complejidad del fenómeno solicita un tratamiento multidimensional, que considere desde la perspectiva económica hasta la institucional. Así mismo, que abarque la realidad del emprendedor desde el punto de vista personal, familiar, comunitario y de sociedad; para dar una visión más completa y contextualizada del fenómeno.

 

CONCLUSIONES

 

El estudio del fenómeno del emprendimiento, ha trascendido escuelas y áreas disciplinares, en la búsqueda de un abordaje comprensivo e interpretativo del tema. La conceptualización del fenómeno ha evolucionado y está en constante cambio; sin embargo, es indiscutible el consenso de ciertas características similares, en las que coinciden las principales teorías. Al respecto, al hablar de emprendimiento, nos referimos al impulso de una actividad con iniciativa económica y de realización personal, que busca la novedad e innovación; que asume riesgos, con visión de futuro, pasión y compromiso por desarrollar su propia idea. Respecto a este concepto, se desagregan líneas de estudio que no pueden limitarse a una sola disciplina, lo que indica la necesidad de una apertura complementaria y funcional, para el estudio del emprendimiento.

Por lo anterior, un correcto abordaje del fenómeno, no puede concebirse desde una monoteoría, ni desde la superficialidad; pues su enfoque debe trascender hacia una orientación plural, profunda e integradora. Por lo tanto, el estudio del emprendimiento necesita cimentarse en el pluralismo teórico, basado en las escuelas de pensamiento que han realizado aportes significativos aún vigentes, y, que continúan evolucionando en sus propuestas y teorías.

La visión económica, pionera en el estudio del emprendimiento, aporta indiscutiblemente el cimiento principal del fenómeno, al destacarlo como un tema de interés para la creación del conocimiento científico. A su vez, en sus intentos por crear una teoría del emprendimiento, da las pautas principales, acerca de su complejidad, y de la necesidad de enfocarse no sólo en el aspecto funcional de la actividad emprendedora, sino en el aspecto personal, del sujeto emprendedor. Este cambio sustancial, abre paso a los estudios de carácter psicológico centrado en el sujeto emprendedor, los cuales parten de las características levemente remarcadas por la teoría económica como la aversión al riesgo, el plus innovador y la creatividad.

La visión psicológica, aporta el carácter humano de la actividad emprendedora, transfiriendo cierta valorización al ser emprendedor, enfocando su atención en el sujeto y sus motivaciones. Como resultado, destaca importantes características, cualidades, actitudes y habilidades, del ser emprendedor, que lo destaca como un ser líder, e incluso modelo, que modifica la realidad tanto económica como social de su entorno. Si bien es cierto, la visión psicológica se centró en el individuo emprendedor, sus estudios, volcaron la atención a las influencias hacia el sujeto desde los factores externos, por lo cual, inició la focalización del emprendimiento hacia la importancia de abordar el entorno social y la cultura.

La visión sociológica, aborda el emprendimiento desde la influencia del entorno tanto de factores internos como de factores externos; enfocando la atención en la interacción social y como esta modifica el desarrollo del emprendimiento. Al respecto, el comportamiento del sujeto es parte del sistema social, pero no como un eslabón más, sino como un actor que modifica el sistema y lo hace evolucionar. En este caso, el emprendedor forma su cultura desde la conjunción de elementos e interacciones que fomentan el emprendimiento, así como modelos de conducta y comportamiento de sus semejantes, los cuales causan impacto en la formación de su cultura emprendedora.

El marco de un abordaje complejo y adecuado del emprendimiento, necesita el punto de vista complementario, entre las principales teorías de estudio, con una visión integradora y holística, que dé como resultado una comprensión e interpretación de fenómeno desde diversas perspectivas. Por lo que es necesario un abordaje no sólo más profundo y amplio, sino más de adecuado y contextualizado a la realidad del fenómeno, desde la multidisciplinariedad que el tema requiere.

La continua investigación sobre el emprendimiento es de vital importancia, para evolucionar hacia una teoría integradora, y una profundización sobre el fenómeno. Aún es necesario, el enfoque no sólo en el origen de la actividad emprendedora, sino en el sujeto emprendedor, sobre el cual no se ha logrado identificar un perfil específico. El emprendimiento, es un tema de actualidad que continúa representando un reto para teóricos y académicos, tanto en su conceptualización, como análisis e interpretación.


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